martes, 14 de diciembre de 2010

La hija del Espantapájaros - María Gripe




Los dedos de Loella estaban rojos de frío. A cada rato tenía que dejar la cesta en el suelo para frotárselos y calentarlos un poco.
No era fácil descubrir las setas entre tantas hojas. Y más, ahora que estaba terminando el otoño y apenas si quedaban. Aunque rebuscó obstinadamente, encontró sólo un puñado.
Se iba haciendo de noche y las sombras crecían, cada vez más oscuras, entre los árboles. Era un paisaje triste. Las hojas ya no brillaban como antes y no eran ni amarillas. Se estaban volviendo marrones.
La lluvia caía lenta y pesadamente. Noviembre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

martes, 14 de diciembre de 2010

La hija del Espantapájaros - María Gripe




Los dedos de Loella estaban rojos de frío. A cada rato tenía que dejar la cesta en el suelo para frotárselos y calentarlos un poco.
No era fácil descubrir las setas entre tantas hojas. Y más, ahora que estaba terminando el otoño y apenas si quedaban. Aunque rebuscó obstinadamente, encontró sólo un puñado.
Se iba haciendo de noche y las sombras crecían, cada vez más oscuras, entre los árboles. Era un paisaje triste. Las hojas ya no brillaban como antes y no eran ni amarillas. Se estaban volviendo marrones.
La lluvia caía lenta y pesadamente. Noviembre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario