viernes, 22 de octubre de 2010

Secretos en las profundidades

Mientras sigue la línea guía de la cual depende su vida, una buza pasa con extremo cuidado por un bosque de estalagmitas en la Cueva de Dan, en la isla Ábaco. Si se descuida, una sola patada con su aleta podría hacer añicos formaciones minerales de miles de años de antigüedad. Foto de Wes C. Skiles.

Mientras sigue la línea guía de la cual depende su vida, una buza pasa con extremo cuidado por un bosque de estalagmitas en la Cueva de Dan, en la isla Ábaco. Si se descuida, una sola patada con su aleta podría hacer añicos formaciones minerales de miles de años de antigüedad. Foto de Wes C. Skiles.

Secretos profundos y oscuros

Los agujeros azules de las Bahamas son un tesoro científico que incluso puede arrojar luz sobre la vida más allá de la Tierra. Si tan sólo su exploración no fuera tan peligrosa…

Por Andrew Todhunter

Nos hundimos en Stargate, barriendo el vacío con la luz de nuestras lámparas de buceo. A 15 metros de la superficie nos amenaza una bruma pálida, más fibrosa que humeante, como una red plateada de telarañas tenues arremolinadas, suspendidas y quietas en la oscuridad. Es una capa de ácido sulfhídrico, gas tóxico creado por colonias bacterianas y materia orgánica en descomposición. Los buzos que entran en el gas pueden experimentar picazón en la piel, hormigueo y mareo; algunos perciben un olor a huevo podrido a medida que el gas penetra su piel y se metaboliza en los pulmones. En Stargate la densidad del gas es relativamente baja, pero al descender me golpea una ola de náusea. Miro a mi guía, Brian Kakuk, uno de los más destacados espeleobuzos del mundo. No parece perturbado. La cabeza me empieza a doler, está claro que tengo una sensibilidad poco común a la toxina. En el poema épico Beowulf, “vagas formas de serpientes” en las profundidades vigilan el lago del monstruo Grendel y su madre, protegiendo su guarida. La bruma de Stargate, que parece de otro mundo, aparentemente sirve al mismo propósito: es una cortina venenosa que protege las zonas más profundas de la cueva.

Las cuevas inundadas cercanas a la costa, llamadas agujeros azules del océano, son extensiones del mar y están sujetas a las mismas mareas fuertes y albergan muchas de las especies de las aguas circundantes. Sin embargo, los agujeros azules de tierra adentro no se parecen a ningún otro ambiente de la Tierra, gracias en buena medida a su geología y la química del agua. En estas cuevas inundadas, como Stargate en la isla Andros, el reducido flujo de marea resulta en una estratificación muy definida de la química del agua. Un delgado lente de agua dulce –formado por la lluvia– se halla encima de una densa capa de agua salada. El lente de agua dulce actúa como tapa, aísla el agua salada del oxígeno atmosférico e impide que las bacterias descompongan la materia orgánica. Las bacterias de la zona justo debajo del agua dulce sobreviven utilizando el sulfato (una de las sales presentes en el agua) y generan ácido sulfhídrico como subproducto. Conocido en tierra como gas de alcantarilla o de ciénaga, el ácido sulfhídrico puede provocar el delirio y la muerte en dosis más altas.

Como laboratorios vivientes, los agujeros azules de tierra adentro son el equivalente científico de la tumba de Tutankamón. Desde la perspectiva de un buzo, están al mismo nivel que el Everest o el K2 y conquistarlos requiere entrenamiento, equipo y experiencia muy especializados. Los espeleobuzos trabajan bajo una presión de tiempo tremenda, aun mayor que la de los alpinistas de gran altitud. Cuando algo sale mal, si no solucionan el problema y regresan a la entrada de la cueva antes de quedarse sin aire, están condenados.

Hasta ahora sólo un puñado de científicos se había aventurado en los agujeros azules, pero en el verano y el otoño de 2009 un equipo multidisciplinario de científicos y espeleobuzos pasó dos meses estudiándolos en Andros, Ábaco y otras cinco islas de las Bahamas. Con financiamiento de National Geographic Society y en colaboración con el Museo Nacional de las Bahamas, Blue Hole Expedition de las Bahamas fue concebida por Kenny Broad, experimentado explorador de cuevas y antropólogo. Bajo el liderazgo entusiasta y con el sentido del humor de Broad, y con Brian Kakuk como jefe de seguridad en el buceo y el notable explorador de cuevas Wes Skiles haciendo tomas fijas y filmando, los miembros del equipo realizaron unas 150 inmersiones en docenas de agujeros azules. Reunieron datos que prometen profundizar nuestro entendimiento en campos tan diversos como geología, química del agua, biología, paleontología, arqueología e incluso astrobiología (el estudio de la vida en el universo).

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viernes, 22 de octubre de 2010

Secretos en las profundidades

Mientras sigue la línea guía de la cual depende su vida, una buza pasa con extremo cuidado por un bosque de estalagmitas en la Cueva de Dan, en la isla Ábaco. Si se descuida, una sola patada con su aleta podría hacer añicos formaciones minerales de miles de años de antigüedad. Foto de Wes C. Skiles.

Mientras sigue la línea guía de la cual depende su vida, una buza pasa con extremo cuidado por un bosque de estalagmitas en la Cueva de Dan, en la isla Ábaco. Si se descuida, una sola patada con su aleta podría hacer añicos formaciones minerales de miles de años de antigüedad. Foto de Wes C. Skiles.

Secretos profundos y oscuros

Los agujeros azules de las Bahamas son un tesoro científico que incluso puede arrojar luz sobre la vida más allá de la Tierra. Si tan sólo su exploración no fuera tan peligrosa…

Por Andrew Todhunter

Nos hundimos en Stargate, barriendo el vacío con la luz de nuestras lámparas de buceo. A 15 metros de la superficie nos amenaza una bruma pálida, más fibrosa que humeante, como una red plateada de telarañas tenues arremolinadas, suspendidas y quietas en la oscuridad. Es una capa de ácido sulfhídrico, gas tóxico creado por colonias bacterianas y materia orgánica en descomposición. Los buzos que entran en el gas pueden experimentar picazón en la piel, hormigueo y mareo; algunos perciben un olor a huevo podrido a medida que el gas penetra su piel y se metaboliza en los pulmones. En Stargate la densidad del gas es relativamente baja, pero al descender me golpea una ola de náusea. Miro a mi guía, Brian Kakuk, uno de los más destacados espeleobuzos del mundo. No parece perturbado. La cabeza me empieza a doler, está claro que tengo una sensibilidad poco común a la toxina. En el poema épico Beowulf, “vagas formas de serpientes” en las profundidades vigilan el lago del monstruo Grendel y su madre, protegiendo su guarida. La bruma de Stargate, que parece de otro mundo, aparentemente sirve al mismo propósito: es una cortina venenosa que protege las zonas más profundas de la cueva.

Las cuevas inundadas cercanas a la costa, llamadas agujeros azules del océano, son extensiones del mar y están sujetas a las mismas mareas fuertes y albergan muchas de las especies de las aguas circundantes. Sin embargo, los agujeros azules de tierra adentro no se parecen a ningún otro ambiente de la Tierra, gracias en buena medida a su geología y la química del agua. En estas cuevas inundadas, como Stargate en la isla Andros, el reducido flujo de marea resulta en una estratificación muy definida de la química del agua. Un delgado lente de agua dulce –formado por la lluvia– se halla encima de una densa capa de agua salada. El lente de agua dulce actúa como tapa, aísla el agua salada del oxígeno atmosférico e impide que las bacterias descompongan la materia orgánica. Las bacterias de la zona justo debajo del agua dulce sobreviven utilizando el sulfato (una de las sales presentes en el agua) y generan ácido sulfhídrico como subproducto. Conocido en tierra como gas de alcantarilla o de ciénaga, el ácido sulfhídrico puede provocar el delirio y la muerte en dosis más altas.

Como laboratorios vivientes, los agujeros azules de tierra adentro son el equivalente científico de la tumba de Tutankamón. Desde la perspectiva de un buzo, están al mismo nivel que el Everest o el K2 y conquistarlos requiere entrenamiento, equipo y experiencia muy especializados. Los espeleobuzos trabajan bajo una presión de tiempo tremenda, aun mayor que la de los alpinistas de gran altitud. Cuando algo sale mal, si no solucionan el problema y regresan a la entrada de la cueva antes de quedarse sin aire, están condenados.

Hasta ahora sólo un puñado de científicos se había aventurado en los agujeros azules, pero en el verano y el otoño de 2009 un equipo multidisciplinario de científicos y espeleobuzos pasó dos meses estudiándolos en Andros, Ábaco y otras cinco islas de las Bahamas. Con financiamiento de National Geographic Society y en colaboración con el Museo Nacional de las Bahamas, Blue Hole Expedition de las Bahamas fue concebida por Kenny Broad, experimentado explorador de cuevas y antropólogo. Bajo el liderazgo entusiasta y con el sentido del humor de Broad, y con Brian Kakuk como jefe de seguridad en el buceo y el notable explorador de cuevas Wes Skiles haciendo tomas fijas y filmando, los miembros del equipo realizaron unas 150 inmersiones en docenas de agujeros azules. Reunieron datos que prometen profundizar nuestro entendimiento en campos tan diversos como geología, química del agua, biología, paleontología, arqueología e incluso astrobiología (el estudio de la vida en el universo).

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